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UIA: Coincidencias y discrepancias

Por Héctor Daniel Massuh    para LA NACION

FEBRERO 2, DE 1989

Hace un par de días, a propósito de mi candidatura a la presidencia de la Unión Industrial Argentina,  en representación del MIN,  se me preguntó sobre las diferencias de criterios que me separan  del otro candidato, el ingeniero Gilberto Montagna.

Antes de responder creí necesario decir qué es lo que no une.

En primer lugar: la mistad. Conozco a Montagna hace tiempo, somos amigos, respetamos nuestros diferentes puntos de vista y nos consideramos igualmente partícipes de un mismo objetivo y una misma tarea el crecimiento de la industria argentina y la modernización del país.

Por otra  parte y sin personalizar en Montagna, el Movimiento Industrial Argentino (MIA), y el MIN tienen otras cosas en común. Ambos representan a la industria argentina en su totalidad, a las grandes y pequeñas empresas, a las del interior y de Buenos Aires, a las nacionales y a las extranjeras. Y por último, ambos movimientos pretenden que esta representación sea institucional y transparente y no se haga por medio de grupos de presión, que habitualmente se mueven con habilidad en las trastiendas del poder de turno, con el objeto de obtener beneficios no siempre legítimos.

Diferencias

Nos separa fundamentalmente nuestra distinta posición frente a las políticas ortodoxas de ajuste económico y el nivel de protección arancelaria  que requiere para su desarrollo la industria argentina. En relación al primer tema, el MIA considera que en un ataque frontal contra la inflación es teóricamente inevitable la existencia de altas tasas de interés real,  cierto atraso cambiario y alguna reducción en el nivel de actividad económica.

Por el contrario, el MIN entiende que los problemas económicos argentinos sólo pueden resolverse en un contexto de acelerado crecimiento económico. Cualquier plan de ajuste tradicional en la Argentina, a diferencia de lo que ocurre en otros países , se reduce a la sola aplicación de políticas monetarias  restrictivas. Estas producen altísimas tasas de interés real que impiden la inversión productiva y atentan contra la racionalidad económica, subsidiando fuertemente a los colocadores de fondos a expensas de los deudores del sistema financiero. El Estado, curiosamente es el mayor de ellos.

Las altas tasas de interés han generado, además,  gigantescas transferencias de ingresos sin justificación ni legitimidad alguna, cuyas consecuencias salen del campo de la economía para ingresar en el de ética. La renta financiera de los últimos años es algo más que desmesuradamente alta. Ha sido y es esencialmente inmoral.

Pero lo más importante es que estas tasas de interés conspiran contra algo esencial que debe existir y motorizar a toda sociedad desarrollada y moderna: me refiero al “espíritu de crecimiento económico”. Sin este, los empresarios pierden rápidamente su entusiasmo por trabajar, innovar, crear empresas y producir más y mejores  productos, y se transforman en rentistas achanchados, convencidos de que el  movimiento de papales puede generar indefinidamente riquezas; o quizás en desconsolados agoreros que lamentarán toda la vida haber emprendido una actividad productiva.

Un viejo recurso : El retraso cambiario

La industria argentina sufre en estos momentos los graves efectos del retraso cambiario. Sobre este tema el MIN, en un documento titulado “El espejismo cambiario”, manifestó recientemente que el mantenimiento artificial del tipo de cambio constituye una verdadera ficción de estabilidad cuyas consecuencias serán de una magnitud inimaginable. Una nueva sensación de desaliento invadirá a los hombres de la producción. Se perderán rápidamente mercados externos trabajosamente conseguidos cuya recuperación demandará más y mayores esfuerzos: una vez más habrá que empezar de nuevo.

Y algo más. Los argentinos participarán de la gran fiesta del turismo internacional. Perderemos centenares de millones de dólares, imprescindibles para el desarrollo económico nacional, mientras unos pocos los despilfarrarán alegremente ante el asombro de una sociedad que no puede satisfacer sus necesidades más elementales. Como dice el documento del MIN, es el subsidio oficial más ridículo y costoso que se pueda imaginar para posibilitar que algunos pocos veraneen y consuman en cualquier lugar del mundo como si fueran ciudadanos de un país próspero y sin dificultades económicas.

La defensa de la industria

Con relación a la política arancelaria, el MIN considera que la industria debe protegerse de las prácticas económicas desleales, del dumping comercial y de la agresión exportadora de países vecinoscon fuertes subsidios explícitos y encubiertos  a la exportación de sus productos. Pero fundamentalmente debe protegerse de la ineficiencia de un contexto que no controla.

¿Cómo podemos exigirles eficiencia internacional a industrias radicadas en un país donde es imposible conseguir un teléfono, un télex o que el Correo funcione ?  O en donde las normas tributarias son tan inentendibles que liquidar un impuesto se ha transformado en una tarea casi artesanal.  Qué decir de nuestra obsoleta legislación laboral y de nuestro caotizado sistema financiero que nos obliga a renovar nuestros pasivos cincuenta y dos veces en un año a un costo financiero que decuplica al vigente en cualquier país civilizado.

Esto lleva a  que una empresa en la Argentina pague,  en un año, en concepto de intereses lo que otra empresa en otro país lo haría en diez años. Sólo los impuestos al crédito son superiores al costo financiero total existente en otros países. Ni qué hablar de lo dificultoso que es obtener una conexión  eléctrica, una habilitación municipal, hacer los trámites administrativos para exportar o importar una producto, asegurarse de que las industrias de proceso continuo no tengan cortes imprevistos de suministro eléctrico.

Ante tantas grandes y pequeñas dificultades, resulta inevitable sentir que los hombres de la producción son auténticos héroes cotidianos que para sus martirio nunca dejan de tener la desagradable sensación de no haber cumplido con alguna norma vigente,  que no ha sido la del día anterior ni con seguridad será la del día siguiente.

El MIN  considera que sólo un buen nivel de defensa arancelaria puede proteger a la industria argentina de este conjunto de ineficiencias externas no atribuibles en absoluto a su responsabilidad.

Ricos y pobres

Espero  que en los años por venir la Argentina recupere la modesta convicción de nuestros abuelos inmigrantes que supieron hacer casi de la nada una gran nación. Ellos creían profundamente que el único sistema económico posible es aquel en donde el bienestar individual y colectivo es la consecuencia directa del trabajo y el esfuerzo de todos los días.

Y deseo que el reencuentro con ese viejo principio, de  humilde sabiduría, haga desaparecer de entre nosotros esa indigerible sensación de que personas que trabajan cada vez más son cada vez más pobres y otras que trabajan cada vez menos, son cada vez más ricas.

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