Por Héctor Daniel Massuh para LA NACION
5 de DICIEMBRE de 1986
LA CULTURA FINANCIERA se ha instalado sólidamente en la Argentina hace aproximadamente dos décadas. Ha determinado hábitos de vida, modos de comportamiento, reacciones específicas frente a determinadas circunstancias y hasta formas de interpretación de la realidad misma.
Hubo numerosos representantes de sectores financieros del área económica en los últimos 20 años y muchos otros funcionarios han si fuertemente influidos por esa naciente cultura financiera. Una gran cantidad de economistas y periodistas especializados, que contribuyeron a formar la opinión pública con relación a los temas económicos, tampoco ha podido sustraerse a esta generalizada atmósfera coyuntural y regresiva.
Por otra parte la cultura financiera ha impregnado de tal manera nuestra sociedad que es notable la obsesiva preocupación de la comunidad toda por los vaivenes cotidianos de las tasas de interés, el dólar, los Bónex y todo tipo de instrumentos especulativos imaginables.
La Argentina financiera y la Argentina productiva
A modo de ejemplo, muchos programas de radio y televisión presentan habitualmente panoramas económicos-financieros con explicaciones sobre las fluctuaciones de una gran variedad de activos monetarios. Ante ellos se multiplican espectadores absortos que podrán pasar de la riqueza a la pobreza o a la inversa, en el breve lapso de una sola emisión. En cambio, sólo pocas palabras sobre las fábricas que se inauguran o aquellas que se cierran, sobre concretos esfuerzos exportadores, sobre oportunidades tecnológicas o nuevos productos que irrumpen en el mercado. No se trataría de dar nombres ni marcas, sino de subrayar el esfuerzo diario de producir más y mejor.
Sin duda, la Argentina financiera ha desplazado de la escena pública y del interés general a la Argentina productiva. Los “papeles” arrasan victoriosamente con las “ cosas”, transformándose súbitamente en fuentes generadoras de inmensas riquezas.
Todo proyecto fundacional requiere de objetivos, programas y protagonistas dispuestos a realizarlo. Estos deben sentirse integrantes de una misma tarea histórica, deben ser hombres de coraje, porfiados y con profunda fe en su país. Me pregunto : ¿ Qué protagonistas ha generado esta cultura financiera en la actividad económica ?, ¿ cuales son los arquetipos que deben ser emulados ?, ¿ acaso no se han instalado en el centro del escenario económico, halagados por la admiración general, los oportunistas especuladores satisfechos con sus fáciles y veloces ganancias?
La cultura financiera genera comportamientos de corto plazo y necesidad impaciente de recoger gratificaciones materiales inmediatas. Desconfía del futuro o, peor aún, actúa como si presintiese un futuro apocalíptico.
Esta cultura ha producido personalidades sin arraigo en ninguna actividad específica, que reniegan de cualquier esfuerzo prolongado, perseverante y sacrificado.
Hechiceros modernos
Una buena proporción de los más brillantes exponentes de una generación de jóvenes argentinos deslumbrados por esta nueva cultura y su posibilidad de obtener rápidos ingresos se volcó a las actividades financieras desdeñando a otras de mayor importancia, vinculadas con la industria, el agro, el comercio, las ciencias.
Así, estos jóvenes se han convertido en modernos hechiceros, convencidos de que mediante un par de pases mágicos resolverán los problemas de toda una vida.
La hegemonía intelectual de la cultura financiera en la Argentina ha permitido el mantenimiento de niveles de tasas reales de interés inconcebibles racionalmente. Ellas actúan con un verdadero “efecto demolición” sobre el aparato productivo.
Sólo el desconocimiento de los problemas concretos de cualquier actividad productiva explica la ligereza, la injusticia y hasta la desaprensión con que se implementan políticas monetarias que concluyen en altísimas tasas de interés. Es tal la magnitud del problema, que deberíamos pensar si no estaremos asistiendo a una forma contemporánea de institucionalización de la usura. Quizá convendría definir, alguna vez, en qué momento una tasa de interés alta se transforma en una tasa de interés usuraria: o aún más, en qué instante una adecuada retribución ahorrista deviene una virtual confiscación del deudor.
¿Quién puede pensar serenamente en reducir costos operativos, racionalizar gastos, diseñar nuevas políticas comerciales, incrementar la productividad, si los efectos positivos de estas medidas se vuelven ridículos ante las continuas fluctuaciones de las tasas de interés ?
Cualquiera que haya manejado una empresa privada sabe que esto es así. El que no haya manejado una empresa privada no podrá entenderlo nunca.
Gobernar sin producir
Es urgente revalorizar el papel de los hombre de la producción, ubicarlos en su verdadera dimensión, incorporar sus mejores virtudes al esfuerzo nacional.
Es necesario crear una nueva cultura de la producción, que entregue a la sociedad lo mejor de si. Saber que nada es posible sin tiempo, espera, innovación y sacrificio. Que el futuro es posible y capaz de ser modelado con nuestras propias manos. Capaz de infundir el entusiasmo necesario para enfrentar, con determinación, el atraso y la decadencia.
De aquí saldrán los legítimos protagonistas de una nueva etapa histórica, arquetipos humanos que es imprescindible rescatar. Aquellos para quienes la adversidad constituye sólo una incitación más al esfuerzo.
Surgirá una nueva generación formada por industriales audaces e innovadores; tesoneros hombres de campo, que extiendan nuestrafronteras agropecuarias, incorporen nuevas tecnologías, incrementando vertiginosamente nuestra producción primaria; trabajadores esforzados, convencidos de que son parte inseparable de un proyecto común; políticos pragmáticos, capaces de aglutinar y dirigir el esfuerzo de todos. En definitiva, renovados compatriotas, protagonistas todos de una misma y gran empresa histórica.
Para Alberdi, gobernar fue poblar la inmensa llanura inhabitada. Para Sarmiento, gobernar fue educar al ciudadano. Para nuestra generación, gobernar será producir.